Historia de la cerveza en España
La cerveza es una bebida milenaria originaria de la cultura mediterránea clásica, vinculada desde la antigüedad a fines terapéuticos.
Siglos más tarde, los egipcios la convirtieron en bebida nacional y la extendieron por todos los países vecinos y la cuenca del mediterráneo.
El primer historiador, el griego Herodoto, destacó las propiedades medicinales de esta bebida al asegurar que era muy apropiada para los dolores estomacales y para la picadura de escorpión. Además, relata que las mujeres egipcias, muy preocupadas por su belleza y grandes expertas en cosmética, utilizaban la espuma de la cerveza para ungirse y conservar el frescor natural de la piel.
Tanto los griegos que la llamaban "zythos" como los romanos que la denominaban "cerevisia", de Ceres (diosa griega de la agricultura) continuaron utilizando la cerveza en todos sus imperios.
Hipócrates, padre de la medicina, alabó esta bebida asociándola con importantes beneficios saludables: "La cerveza es un calmante suave que apaga la sed, facilita la dicción, fortalece el corazón y las encías".
Galos y germanos perfeccionaron la técnica de fabricación original con métodos similares a los actuales. En la Edad Media se consideraba adecuada para combatir las lombrices intestinales y las inflamaciones.
Hasta el siglo XII, con la aparición de los gremios cerveceros, la cerveza era un complemento alimenticio para peregrinos y enfermos recogidos en albergues y hospitales. En cuanto al proceso de elaboración, desde los orígenes han intervenido ingredientes naturales como el agua, la cebada, la levadura y el lúpulo. Este último se añade en el siglo IX debido a sus propiedades antisépticas y además, es el principal responsable del sabor amargo característico de esta bebida. De hecho, existen referencias muy precisas sobre el empleo del lúpulo en la medicina tradicional para tratar distintas dolencias y enfermedades, gracias a su acción antibacteriana, su poder antiinflamatorio e incluso sus propiedades sedantes.
El sabor de la cerveza medieval no era el de ahora, debido al uso de diferentes cereales. Aunque antes se utilizaban cebada, trigo, avena y centeno, como actualmente, el gusto diferente lo producía un ingrediente que se solía añadir a la malta: el gruit (grutum) ya que el Lúpulo se utilizó después.
El sabor de la cerveza medieval no era el de ahora, debido al uso de diferentes cereales. Aunque antes se utilizaban cebada, trigo, avena y centeno, como actualmente, el gusto diferente lo producía un ingrediente que se solía añadir a la malta: el gruit (grutum) ya que el Lúpulo se utilizó después.
En España es donde se han encontrado los hallazgos de cerveza más antiguos: Hasta hace poco se pensaba que los restos más antiguos (2.400 a.C) eran los encontrados en el Valle de Ambrona en Soria. Pero los vestigios encontrados en la cueva de Can Sadurní (Barcelona) retrasan la primera cerveza de Europa hasta el 3.000 a.C.
En la antigua Roma, en época del Vespasiano, ya se hacía referencia a una bebida consumida por los habitantes de la Bética, denominado celia oceria en honor a la diosa Ceres.
Los visigodos, hicieron suya la bebida. El gran bajón en el consumo llegó con la invasión árabe y el desarrollo de la civilización musulmana.
Tuvo que aparecer Carlos I de España, V de Alemania en el siglo XVI, para que el consumo de cerveza subiera como la espuma en nuestro país.
Gran comedor y mejor bebedor de cerveza, tal vez no se fiaba mucho de lo que podía encontrar, por eso cuando llegó a España para ser coronado rey, se trajo consigo a sus maestros cerveceros. Estos expertos le ayudaron en su empeño por trasladar a nuestro país el gusto por la cerveza que imperaba en Flandes.
Más tarde, después de renunciar al trono, se retiró al monasterio de Yuste y mandó instalar allí una pequeña fábrica dirigida por su cervecero personal, Enrique van der Duysen.
En el siglo XVI, aunque España era sobre todo tierra de vinos, ya existían varios maestros cerveceros que instalaron las primeras fábricas de cerveza, primero en Madrid, y después en Santander.
A finales del siglo XVII, ya existían en Madrid dos fábricas capaces de producir hasta 250.000 litros de cerveza al año. Se trataba de un monopolio que el Estado cedía a ciertas familias madrileñas.
Ese monopolio cervecero acabó junto con la guerra de la Independencia, y se estableció la libre instalación de nuevas factorías, que empezaron a surgir con rapidez.
A mediados del siglo XIX el dorado empieza a ser un competidor serio del tinto en las copas españolas. Las seis fábricas de cerveza que había en funcionamiento producían unos 15 millones de litros. Tocábamos a una media de cinco litros por habitante y año.
La cosa fue creciendo paulatinamente hasta llegar a la cifra de 83 millones de litros en vísperas de la Guerra Civil (1936). Tristemente la tendencia se interrumpe en los primeros años de la posguerra como consecuencia de la escasez de materias primas y el bajo poder adquisitivo de la población.
Sin embargo, con los años sesenta y setenta, aparece el turismo, el desarrollo, y el consumo se dispara. Tal vez el color de las bebida nos evocaba a las suecas y alemanas llegadas del norte, el caso es que la rubia se pone de moda. En 1960, la producción es de 343 millones de litros, volumen que se cuadruplica en 1970, para llegar en 1980 a 2.003 millones de litros.
En la actualidad, España es el cuarto productor de cerveza de la Unión Europea con una producción de más de 33,4 millones de hectolitros en 2010 y un consumo per cápita de 48,3 litros por persona y año, de los más moderados de la UE.
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